El proveedor de buques es un malabarista, esta es una
lección que me costó aprender, en el desempeño de tu trabajo debes mantener
contentas a un sin número de personas. Pero alguien puede imaginar ¿Cuál es la
persona más influyente en tu relación de trabajo? Ciertamente es el capitán del buque. Sobre este hombre pesa la gran responsabilidad de mantener a su tripulación contenta y sana, y esto pasa directamente por mantenerla bien alimentada.
Trabajé en una empresa cuyas políticas de suministros
distaban mucho de ser las mejores, había que quitar un kilogramo o dos a todo
lo pesado, incluso en las cajas que pudieran ser susceptibles de ocultar la
falla, se extraían parte de los productos para engrosar los inventarios de la
empresa, a costas del consumidor final, el tripulante del buque.
A lo largo de los años esto pareció un crimen sin castigo, y
el gozo que sentían los dueños de la empresa ante semejante hazaña chocaba contra mis principios, porque me
parecía injusto que un marino dejara de comer para engrosar los bolsillos de un
comerciante.
Los años me dieron una grata sorpresa, comencé a trabajar
con un joven emprendedor que se enamoró de mis largos años de experiencia, y
arrastrando mis viejos vicios decidí aceptar su oferta de trabajo cuando ya yo
debía estar jubilado.
Lo primero que vi fue la obsesión del equipo de trabajo que
él había organizado por la exactitud en lo ofrecido y la estricta exigencia en
la calidad. Si algún vegetal era
considerado de baja calidad por el consumidor final, era sustituido
inmediatamente por otro sin ningún recargo adicional, y se hacía un seguimiento
exhaustivo de la opinión del cliente hasta que el buque dejaba el puerto.
Si bien hubo gratas sorpresas, también hubo experiencias muy
tristes. Un día fui reconocido por un viejo capitán de un buque, de esos que ya
no se encuentran. Me dijo: Yo lo conozco a usted, y dirigiéndose al cocinero le
dijo, Cuente los huevos, a este señor suelen faltarle siempre 30 piezas.
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